No hubo sorpresa; cualquiera sabía que el desenlace de la consulta popular sería la cancelación de la magna obra del Presidente Enrique Peña Nieto, el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM).
Así lo anunció Andrés Manuel López Obrador en campaña, y así ocurrió conforme lo decidió el 70 por ciento de quienes participaron en la consulta.
Si todos teníamos claro lo que el presidente electo había decidido de antemano, ¿por qué caímos, con tal ingenuidad, en el juego que nos mantuvo entretenidos los 2 últimos meses, debatiendo entre Texcoco y Santa Lucía?
Sólo Andrés Manuel sabe cuál fue la intención de someter a consulta popular la cancelación o el proseguimiento de la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), pero es válido preguntarse: ¿Qué nos deja la consulta?
No obstante estar convencido de que la decisión era suya, y de nadie más, desde luego, con el asesoramiento de sus expertos en cuestiones técnicas y financieras, hice el esfuerzo de leer casi todo lo que estuvo a mi alcance sobre la estrategia de Andrés Manuel López Obrador de endosar a la ciudadanía la decisión sobre el aeropuerto; nunca me tragué su conclusión.
Casi todos los opinadores de los medios de comunicación se equivocaron. La mayoría dijo, con puntualidad, que sólo se trataba de un mero espectáculo para convencer a la población de que el próximo mandatario es capaz de escuchar la opinión del pueblo sabio y plegarse a ella, aunque contrariase la suya.
Y es que llegaron a pensar que lo de Santa Lucía sólo fue una ocurrencia de campaña y que, para dar marcha atrás, a Andrés Manuel se le ocurrió consultar al pueblo y aceptar su decisión.
No fue así, pues el “pueblo sabio” votó conforme a lo que el presidente electo dijo en la campaña por la Presidencia de la República.
Para decirlo de otra manera, consciente de los costos económico y político que significa el proyecto de Santa Lucía, López Obrador nunca tuvo la intención de proseguir la obra de Texcoco.
¿Por qué meter al país en un debate ocioso si ya hay una decisión tomada?
Mi convencimiento es que un presidente que fue electo por la mayoría de los votantes (en su caso de manera arrolladora) tiene la facultad de tomar este tipo de decisiones, en especial si la obra en litigio tiene un avance de casi una tercera parte y abandonarla significa echar a la basura miles de millones de pesos.
El desenlace de la consulta provocará un debate mayor no sólo por las irregularidades del proceso, sino porque hay otros temas fundamentales anunciados por el próximo gobierno que no serán sometidos al mismo método de aprobación social, como la construcción del llamado Tren Maya o la descentralización del aparato burocrático, que afectará a miles o millones de mexicanos.
Ayer se anotó un gran triunfo Andrés Manuel, pero debe cuidar que no se convierte en una victoria pírrica.
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