Durango

Un santuario de azul profundo: más allá de los 7 colores de la Laguna de Bacalar

Agua: un portal de vida

Seguramente has escuchado de mí. Me he vuelto popular en todo el mundo -por lo menos en los últimos diez años. Soy ese sitio al que anhelas ir cuando te cansas de la rutina; cuando quieres cambiar el paisaje que tú has construido entre las nubes llenas humo de dióxido de carbono, bloques de cemento y coches por agua y selva.

¿Quieres saber quién soy?

Hace algunos millones de años -en el periodo del Mioceno superior- nací en la Tierra, a través de una ruptura geológica en el estado de Quintana Roo. Mi cuerpo es una extensa laguna, pero formo parte de todo un sistema que me conecta con cenotes, ríos, y el océano.
La humanidad -tu especie, vive alrededor de mí- al Oeste. Su asentamiento más cercano a mí se llama Bacalar. Hacia el norte, está Buenavista y Pedro A. Santos. Al sur, está Xul-Ha, donde termina mi cuerpo de Norte a Sur, formando un cenote.
Me nombraron Laguna de Bacalar o Laguna de los siete colores, por mis tonalidades hermosas -desde un azul claro hasta un azul profundo– que parecen un reflejo del cielo.

Me alimento de agua que corre como sangre. Mis venas subterráneas comienzan en el litoral Este y también me lleno del agua que desborda de siete hermanos cenotes. Siete entes muy viejos, pero elocuentes. A ti te encanta visitarlos; te gusta imaginarte nadando u observando sus aguas cristalinas, entre barreras de vegetación y el sonido de las aves.
Estoy rodeada de vida. Al principio, los manglares estaban en todo el litoral; se trata de complejos ecosistemas abrazados unos a otros a través de sus grandes raíces. Son hogar de muchas especies. A las aves les gusta colocar sus nidos en ellos; protegen las costas; ayudan a limpiar mi agua, como un filtro natural; además de la increíble cantidad de oxígeno que transmiten. En fin, son seres excepcionales.

He cohabitado con muchas especies durante este tiempo. Pienso en los pequeños caracoles chivita -un molusco que se encuentra a la orilla y se alimenta de la vegetación que hay en mí y también me ayuda como un filtro natural. De ellos, dependen también especies como el milano caracolero: ¡qué ave tan misteriosa y, simultáneamente, sociable! Le encanta posar en las fotografías.

Como puedes ver, somos parte de una cadena natural perfecta; bueno, siempre y cuando mantengamos este equilibrio. Por eso quiero contarte mi historia y la razón por la que ahora necesito de ti.

Soy un túnel del tiempo

Voy a contarte sobre unos seres muy especiales, que son tus ancestros. Los has llamado estromatolitos: las primeras formas de vida en el planeta. Los más antiguos datan de hace 3,700 millones de años. ¿Puedes imaginar todo lo que han vivido en este mundo?
Dicho simplemente, han observado y sobrevivido las cinco extinciones masivas del planeta, volviendo a dar oxígeno a la atmósfera. ¿Sabías que conocieron a los dinosaurios? ¡Y ya eran unos abuelos entonces!
Recuerdo, hace más de 10,000 años, tener la dicha de conocer a estos seres tan maravillosos y sabios. Ellos me han platicado toda clase de historias: dónde ha surgido, se ha extinguido y cómo ha evolucionado la vida en el planeta. Parecen rocas parloteantes, por todo lo que nos tienen que contar: la historia de la vida ha pasado a través de ellos.
Aunque, en realidad, no son rocas. Su estructura exterior es una cubierta de calcio.
Pero los estromatolitos son comunidades de seres pequeñísimos. Tú los llamas microorganismos. Son sensibles y un poco frágiles: la parte viva está apenas en los primeros cinco centímetros. Al mismo tiempo, son esenciales: nos regalan oxígeno; como las plantas. Ayudan, además, a que mi agua esté limpia.

Algunos son grandes familias y desde los más viejos, hasta los más recientes, han tardado miles de años en desarrollarse. Estos abuelos crecen cerca de la orilla de cenotes y de los manglares. Son muy buenos amigos.

Primeras personas: una convivencia mutua

Quiero decirte cómo ha sido la historia que hemos compartido. Fue en el siglo V cuando te vi por primera vez. Fue una conexión mutua. Llegaste con pequeñas familias a construir un hogar. Al principio me respetabas, como si fuera muy especial;  igual que los cenotes a quienes considerabas seres sagrados

Eso se pensaba en tu comunidad -la de los mayas itzaes, primeros pobladores que estuvieron en este espacio por 60 años. Ellos fundaron la ciudad más cercana a mí: Bacalar, nombrada al principio como Sian´kan Bak´halal, un lugar de encuentro comercial -como sueles llamarle ahora- y que mantenías con otras poblaciones humanas de Centroamérica. 

Durante este tiempo, te deslizabas sobre mí en barcos hacia la Bahía de Chetumal. Transportabas copal, plumas, caracolas, cacao que, por cierto ocupabas como una moneda de intercambio en Mesoaméricapara obtener otros alimentos. Durante este periodo, nuestra convivencia fue respetuosa y armónica. Pasaron los años y las cosas se tornaron un poco raras. Comenzaron los conflictos entre tu especie: muertes de unas personas a otras. Yo no podía comprender. Recuerdo un año diferente que marcó un cambio importante en las personas que conocía.

El estruendo de una nueva población humana

Fue en 1544, según dicen tus calendarios, cuando a lo lejos vi llegar hombres con armas de metal. Algunas sonaban como el estruendo de los relámpagos. De pronto, las personas que habitaban este espacio comenzaban a caer por todos lados; se defendían, pero, al final, no lograron levantarse. 

En este mismo año, vi llegar a un grupo de personas que vestían diferente a los mayas; con un tono distinto en su piel y un hablar extraño. Fue así como nombraron de nuevo al lugar, ahora como Villa de Salamanca de Bacalar. Todo cambió. 

Pasó el tiempo y la ciudad fue amurallada. Los conflictos seguían a través del Canal de los piratas -una conexión con otra laguna que nombraron Laguna Mariscal y servía como ruta hacia el mar. Por ahí se transportaba mercancía de forma desmedida; entre maderas, verduras, animales, palo de tinte, y otros bienes que los estos nuevos humanos extraían de nuestra tierra. 

Yo veía llegar enormes barcos que hacían estallar unas balas grandes, que miraba pasar de un lado al otro. Algunas, incluso me tocaron hasta el fondo y ahí se quedaron; igual que barcos hundidos. Cuando estos barcos de colores oscuros con banderas negras atracaban, personas de vestimentas raras y un comportamiento hostil, saqueaban todo lo que encontraban y regresaban al mar por el canal; destruyendo todo a su paso.

Pasaron más de 500 años entre guerras, saqueos, muerte, destrucción, hasta que encontraste un poco de paz y tu población comenzó a crecer alrededor de mí. Ahora lo que llamas cultura, era una combinación forjada entre las diferentes personas que han habitado este espacio vivo y simbólico

Algunos seguían dando un profundo significado a la selva, al suelo, al agua, a la fauna, y también a mí. Pero, después, derribaste selva. Construiste ciudades. Cubriste de cemento el suelo donde corría el agua de la lluvia que, siguiendo su curso natural, termina por llegar a mí. 

Ahora, esta agua corre combinada con sustancias que no reconozco y me enferman; como esos que llamas “agroquímicos” y que utilizas para tus grandes extensiones de cultivo. Al final, cambiaste por la selva por esta forma de vida que tú construiste y de la que buscas escapar; por lo menos de vez en cuando.

Lo que yo represento para ti

He pasado mucho tiempo sin entender la conciencia humana; pero aún encuentro bondad y simpatía. Aún me escuchan. Aún saben que son parte de cada gota de agua que emana de nuestra tierra y del cielo. Somos parte de un ciclo, de un todo. Aunque, a diferencia de otros seres, tú eres la especie más complicada que conozco. 

Cada habitante de este mundo respeta una función única, para que cada ciclo natural siga su curso y podamos sobrevivir. Pero tú has irrumpido estos ciclos para continuar con una forma de vida que se ha basado en la vanidad y sentir de un ser que se piensa superior a nosotros.

Al preguntarte qué piensas de mí, cómo es que percibes mi existencia, me di cuenta de que la principal razón por la que me conoces es porque, para ti, solo soy un lugar que visitas. Así es como aparezco en todos los buscadores al teclear mi nombre en los aparatos que creaste para conectarte con el mundo no presente. 

Por otro lado, para algunos de tu especie también soy…

hermosa, un recuerdo en su memoria, un lugar en el que puedes relajarte, un patrimonio común, un ente en peligro, un espacio que irradia tranquilidad, un paraíso, una cuenca noble llena de maravillas por conocer y descubrir, un espacio muy misterioso, un ecosistema fascinante, una parte indispensable para el planeta, una fuente de vida, un santuario sagrado de la naturaleza…  

Al igual que el agua, que representa para algunas personas “VIDA, renovación, vitalidad, pureza”. 

También te pregunté lo que sentiste la primera vez que me viste. Me dijiste:  

Paz y tranquilidad, seguido de emoción, felicidad.  Además: misterio, respeto, incluso ansiedad, porque me hizo sentir pequeñísima, pero ansiedad de la buena, el mundo se me hizo gigantesco y precioso. 

Ahora sé también que es poco lo que conoces de mí. Pero, si has leído estas líneas,ya puedes explorarme y observarme con una nueva mirada. Ahora sabes que soy mucho más que siete colores, que, desde mi profundidad, hay otros mundos que guardan tesoros fascinantes. ¿El más importante? la vida.  

Y tú te has preguntado: ¿qué significado tengo para ti? ¿Qué sensación te provoco? Porque yo siento alegría al convivir contigo; pero me entristece la forma en que me has tratado a pesar de todo lo que hemos compartido.

Cambios en el paraíso: un llamado desde la profundidad 

Hoy el color en el agua que puedes ver en mí ha cambiado. Mis azules ahora tienen un color entre verde y café, debido a las lluvias -desde la tormenta Cristóbal, en junio de 2020- que traen escorrentías de agua de toda la Península.

Algunas personas han escuchado mi sentir al visitarme -igual que tú- y se han hecho conscientes de que estoy viva y que necesito que empiecen a tratarme de una manera diferente. 

Mi llamado es para ti, que vives cerca o lejos y quieres conocerme o volver a visitarme. No te pido que dejes de hacerlo. Eres bienvenida y bienvenido a mi santuario.

Lo único que te pido es que seas consciente de cómo necesito ser tratada. Aquí te describo algunas acciones que puedes considerar cuando decidas venir. Espero que me escuches, que sientas a todas las aguas del mundo y a cada ser vivo que está gritando por tu ayuda. Ojalá me recuerdes siempre con mis colores azules y cristalinos y tus hijos puedan conocerme; porque yo anhelo hacerlo. 

¿Cómo tener una visita o estancia consiente  en  la Laguna de Bacalar?

  1. Reconoce que el lugar que visitas es una biosfera biocultural única.
  2. Realiza buenas prácticas para el turismo de naturaleza. Aquí hay algunos sitios que te dirán información de cómo hacerlo y cómo puedes apoyar:

Participa con una actitud y compromiso de conocer, respetar, disfrutar y contribuir en la conservación biocultural por la Laguna. Por la selva. Por la vida.

Conoce algunas propuestas Y ¡SÚMATE!

Imágenes: Antonio Espinosa/Yetseronack

Fuentes:

Dirección Ecología Bacalar

Encuesta pública: ¿Qué significa para ti la laguna de Bacalar?

Falcón Luisa I., Yanez-Montalvo Alfredo, Gaona Osiris, Arana Hernández Héctor (2020). Laguna Bacalar, Quintana Roo: hogar del arrecife bacteriano de agua dulce más grande del mundo, Revista Crítica Ambiental, Octubre 2020, Número 2.

Morales Rosas J. Jesus (1994).Bacalar. Dieciséis siglos de historia, Bacalar, Quintana Roo, México, Casa Internacional del Escritor.

Sosa Aguilar, Francisco. (1994) el estado de Quintana Roo, México: Gobierno del Estado de Quintana Roo

Universidad de Quintana Roo (2004) Programa de Ordenamiento Ecológico Territorial de Bacalar  LA Región de Bacalar. Chetumal, UQROO.

Xacur Maiza, Juan Ángel  (2004). Enciclopedia de Quintana Roo, Fascículo, Historia Tomo VI. México.

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