“Mi mundo es textil, mi mundo es de legados, mi mundo es denuncias sociales”. Elena Martínez Bolio, artista plástica originaria de Yucatán, plasma su mirada a través de los hilos y la aguja. Una mirada que no puede ser ajena a los problemas sociales y de su género. Pero que también revalora la vida cotidiana, los textiles tradicionales, las técnicas y la innovación en un mundo donde el arte también es presa de plagios.
En “Una larga hebra”, que se inauguró el 23 de septiembre en el Museo de las Culturas de Oaxaca, Martínez Bolio muestra esa mirada y parte de sus primeros 50 años como artista. Luego de presentarla en su natal Yucatán y después en Sonora, la autora reúne aquí una labor preparada en seis años y en torno a la cual comparte algunas reflexiones.
Usted plasma la vida cotidiana, la cultura de Yucatán, pero también de las violencias, ¿cómo determina qué temas abordar?
Me encantaría dejar de hablar de la violencia, pero no ha desaparecido sino se está tomando su tiempo. Aunque ya no está normalizada. Estas sábanas (de denuncia) hablan precisamente de esas sutilezas que antes, hasta hace cuatro o cinco años en esas comunidades (de Yucatán) se veían normalizadas. ‘¿Para qué voy a poner una denuncia si se va a perder el documento?’ Me decían. Y yo: ‘¿cómo se va a perder un documento?’ No se puede perder. Pues se perdían y se siguen perdiendo, pero ya aquí está evidenciar. Se junta también con la apertura de los museos a estos temas sociales.
Martínez Bolio subraya que su carrera como artista plástica y visual siempre ha estado marcada por la denuncia. “Es mi manera de hacer activismo, de trabajar para la sociedad”, dice la autora sobre una labor en la que ha involucrado a “sectores de la tercera edad” o que ha tocado temas como el de las y los menores vendedores de chicles en Yucatán, infantes explotados laboralmente, o la trata de niñas en matrimonios forzados y la prostitución.
¿Hay colaboración con artesanas en estas obras?
En las sábanas (de denuncia); todo lo demás es obra mía. Pero en las sábanas hicimos una catarsis colectiva de tres diferentes comunidades de oriente: Xocén, Chichimilá y Popolá.
También se observa varias técnicas y soportes…
Hay técnicas, hay rescate de puntas que habían caído en el olvido y que las aplico acá. Yo no quiero bordar mujeres; quiero dibujar mujeres con hilos. En el bordado cuidas la puntada; pero cuando dibujo, me vale qué está pasando por atrás, tengo hilos discontinuos. Quiero llegar a la expresión y no a la perfección.
Con su trayectoria ¿qué lugar cree que ocupa el arte textil en México pensando que el país se ha proyectado en la gráfica, la pintura y otras artes?
El arte textil volvió a ocupar el lugar que debería haber ocupado siempre, pero curiosamente desde plataformas de denuncias. No es extraño ver a las Madres de (plaza) de Mayo, en Argentina, con los pañuelos y los nombres de sus hijos. Los pañuelos con los que hemos tenido tendederos, como los de Ayotzinapa, yo hice unos cuando eso sucedió. Hemos estado tratando que el textil esté ligado a la denuncia, al ser humano, no nada más a replicar huipiles con iconografía. Como artista no quiero eso, quiero que el textil abra caminos y pueda ser conmovedor, no una cursilería sino algo muy fuerte. Me gusta expresarme como artistas con las cosas más simples de la vida: un costurero, un hilo y una aguja… El textil más temas importantes pueden estar en museos importantes que no necesariamente son museos textiles sino que albergan un contenido social que a todos nos tiene que doler y llegar.
En las comunidades de Yucatán, Elena ha observado cómo con la entrada de la moda rápida y súper rápida las mujeres habían “abandonado” la práctica de confeccionar su ropa o indumentaria. Pero con ella, dice, “han regresado al honor y privilegio de hacerse su propia prenda y a la innovación”, a “dibujar con el hilo y la aguja lo que pasa” en el día a día. Por ejemplo, la cosecha de las frutas, las nubes, la elaboración de tortillas o la puesta del frijol. “Esas son las cosas que además el turismo no les regatea porque son documentos textiles”. Estas prendas son firmadas por ellas mismas.
¿Hacer su ropa y firmarla es una manera de resistir a los plagios?
Desde luego que sí. Pienso que el textil ya está llegando a donde nunca debió alejarse. Mucho tiempo estuvo considerado un arte decorativo, de mujeres ociosas o deprimidas. Y no, hacer un textil, bien hecho, es todo un reto. Con esos trabajos con ellas y ganan muchísimo mejor y organizan sus tiempos.
Muchas marcas y empresas han incurrido en plagios y apropiaciones de textiles y la Secretaría de Cultura ha hecho llamados, pero pareciera que todo sigue igual.
Esta es una estrategia (ante eso). Sin quererlo, pero queriéndolo, para que cada quien deje su huella en sus trabajos. Si pones el nombre, el apellido y la comunidad difícilmente puedes ser sujeta de plagios.
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