Educación

Una trazabilidad histórica del conflicto árabe-israelí

Todo empieza durante la llamada Gran Guerra (1914-1918), cuando se enfrentan la Triple Entente, conformada por Gran Bretaña, Francia y Rusia, y la Triple Alianza, integrada por Alemania, el imperio Austro-húngaro y el imperio Otomano, entre otros.

En pleno conflicto, para ser más exacto, en mayo de 1916, se da una reunión secreta entre las dos potencias coloniales más importantes pertenecientes a la Triple Entente, Gran Bretaña y Francia, en la que comenzaron a desarrollar la arquitectura de lo que sería la repartición de territorios en pleno conflicto, del imperio Otomano, hoy Turquía. De esa reunión sale el Acuerdo Sykes-Picot, que se constituye en la espina en la que derivan en parte los problemas actuales en el Medio Oriente. En el año 1917, Gran Bretaña se compromete de manera formal -mediante una manifestación pública- en establecer un estado nacional judío en Palestina. Este compromiso se denominó Declaración Balfour.

Cuatro años después, una vez finalizada la Primera Guerra Mundial con la derrota de Alemania y el triunfo de Gran Bretaña y Francia, se oficializa el reparto del Medio Oriente. Francia se queda con Líbano y Siria, y Gran Bretaña, con Palestina e Irak, todo esto bajo el mandato de la Sociedad de las Naciones.

A partir de este momento, se establecen las bases de las actuales fronteras del Medio Oriente, que son las que nos llevan a comprender en parte los problemas que observamos en esa región del mundo. Como señaló Jean-Paul Chagnollaud, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Cergy-Pontoise y especialista en Medio Oriente: “Durante muchos años, Francia y Gran Bretaña tomaron decisiones que acabaron creando Estados sin naciones, porque las naciones no tuvieron el derecho a expresarse”.

La promesa hecha por los británicos a los árabes en la que le indicaban que, si se rebelaban contra los Otomanos, ellos serían libres e independientes, no fue así porque tras bastidores ya se estaba madurando el dominio europeo en esos territorios, sin tomar pareceres con los habitantes de estos países. Una ambigüedad constructiva para asegurar un predominio en el Oriente Próximo.

Antony Segura, en su investigación “Del Acuerdo Sykes-Picot al Estado Islámico”, señala que ambas potencias trazaron sobre un mapa una línea que unía Acre (Palestina) y Kirkuk (Irak): el norte sería para Francia; el sur, para Reino Unido. El acuerdo dividía las provincias otomanas de Oriente Próximo en cinco zonas: una bajo control francés y otra británica; dos bajo influencia francesa y británica respectivamente, y una quinta en Palestina, bajo control internacional. Inicialmente, también participaba Rusia, que recibiría Estambul, los estrechos turcos y Armenia.

Estas fronteras artificiales, creadas por ingleses y franceses, se hicieron básicamente sin un mayor conocimiento de la región, y en que los trazados ideados por los franceses y los británicos no respondían a las distinciones sectarias, tribales o étnicas sobre el terreno.

Desarrollo estos antecedentes, porque entender la geopolítica, que es una ciencia, hay que relacionarla con otras disciplinas, como lo es la historia. Conociéndola, podemos ir armando nuestra comprensión de lo que hoy sucede en el Oriente Próximo, más otros elementos que se incorporan en este tablero de ajedrez.

Los hechos actuales de confrontación entre Israel y Hamas ya son recurrentes. Lo lamentable de todo es que las víctimas son de parte y parte, siendo la más afectada la parte más débil del conflicto y que no tiene nada que ver con el odio de Hamas contra el Estado de Israel. Lo único que puedo señalar es que la Cuarta Convención de Ginebra relativa a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra, es como el uniforme de un soldado medieval: fuerte por fuera y vacío por dentro. Una convención hecha añico en este conflicto.

El autor es licenciado en Relaciones Internacionales

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