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¿Cuándo invertir en NFT?

Hace sesenta y cinco años, el reconocido artista francés Yves Klein se decidió a vender piezas artísticas conceptuales que carecían de valor material específico. Es célebre su obra Grabaciones de lluvia, para cuya creación sujetó un lienzo en blanco bajo la lluvia desplazándose en coche a cien kilómetros por hora. El resultado fue una pieza muy aplaudida.

Una de sus exposiciones más famosas es la que organizó en 1958, en la galería Iris Clert de París, titulada: La especialización de la sensibilidad en el estado de las materias primas en sensibilidad pictórica estabilizada: el vacío. La exposición consistió en pintar de azul todas las superficies de la galería. Las paredes se pintaron de azul, las ventanas se pintaron de azul y, para entrar, había que cruzar una cortina azul. Todo lo que formaba parte de la galería era azul, pero no había nada expuesto en ella. La obra de arte era pintar la galería de azul. Y fue un éxito de crítica y público: miles de personas pagaron para entrar en una habitación vacía, cuya peculiaridad era su color, un azul profundo y denso, como de ultramar, que estaría presente en muchas otras obras del artista. Hoy en día, todavía es muy utilizado en el mundo de la moda y el diseño. El azul Klein.

La intención de Yves Klein siempre fue provocar una reacción. Quería burlarse de los convencionalismos, desarrollar el antiarte en todas sus variantes. En 1947, por ejemplo, compuso su primera sinfonía, la Sinfonía Monótona, que consistía en un acorde sostenido durante veinte minutos seguido de otros veinte minutos de silencio. En otra ocasión, anunció que había escrito un libro, pero resultó que, en lugar de una novela o un ensayo sobre arte, escribió un manual sobre los fundamentos del judo. Su propósito, en el fondo, era colocar el mundo del revés. Y lucrarse con ello.

Entre sus obras más apreciadas se encontraban las denominadas Zonas de sensibilidad pictórica inmaterial, que se convirtieron en un próspero negocio para Klein. Se trataba de rincones especialmente bellos de París localizados por el artista, y de ellos vendía una determinada perspectiva visual. Una panorámica del Sena, un balcón a contraluz desde la esquina de una calle, etcétera. Vendía una mirada a ese espacio, un encuadre determinado de un lugar con una elevada sensibilidad pictórica. O, dicho de otro modo: vendía el aire. Vendía el vacío. La nada. Pero la vendía a cambio de una cuantiosa suma de dinero y el cobro se hacía únicamente en lingotes de oro. A cambio, el comprador obtenía un recibo en el que se certificaba que esa zona de sensibilidad pictórica inmaterial le pertenecía. Es decir, no había comprado absolutamente nada, pero tenía un recibo demostrando que la había comprado. ¿El qué? Nada.

Pero había algo más: como parte del proceso, el artista les pedía a quienes compraban ese espacio vacío que quemasen allí mismo su recibo. Formaba parte del ritual: el comprador pagaba una barbaridad por algo que no existía, recibía a cambio un papel que certificaba era el dueño de un trozo de nada en absoluto y, a continuación, quemaba ese papel. En contraprestación, Klein lanzaba al fondo del río Sena los lingotes recibidos. Pero no todos, sólo la mitad. En otras palabras: un montón de personas le daban a otra la mitad de su oro y lanzaban el resto al río. Una jugada redonda para el que se hacía rico y una estupidez para el que tiraba su dinero. Exactamente igual que sucede con estas piezas valiosas inmateriales del siglo XXI que son los NFT.

En marzo de 2021, Jack Dorsey, creador de Twitter, les preguntó a sus seguidores si querían comprar la primera publicación de la historia de esa red social. Se trataba de un tuit del propio Jack que decía: “Just setting up my twttr” (configurando mi twitter). Lo puso a la venta en forma de NFT y, tras una subasta en la plataforma Valuables, el inversor en criptomonedas Sina Estavi lo compró por 2,9 millones de dólares. Acabo de comprobar ahora mismo en OpenSea por cuánto se vende en la actualidad ese tuit convertido en NFT y su valor asciende a dos mil trescientos dólares. Una bonita manera de tirar al río casi tres millones de dólares. Aunque, por lo menos, el tipo conserva dos mil trescientos, que ya es más de lo que tienen los que le compraron una zona de sensibilidad pictórica inmaterial en París a Yves Klein.

Durante una conferencia en el año 2022, Bill Gates dijo que los NFT se rigen enteramente por la teoría de que siempre hay alguien más tonto a quien vendérselos. ¿Cuándo es, por lo tanto, el mejor momento para invertir en NFT? Cuando sea usted tan tonto como para pagarle a alguien por ellos, siempre que haya encontrado a otro, más tonto aún, que quiera comprárselos a usted.

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