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Más allá de la guerra

Jesús Silva-Herzog Márquez

en REFORMA

08 Nov. 2021

4 min

La guerra nos exige mirar al otro como enemigo. El diálogo es pérdida de tiempo, cuando no una traición. Escuchar al enemigo es abrir la posibilidad de ser tentado por el mal; una debilidad de carácter, complicidad. Cuando la política queda marcada por esa lógica hay que prepararse para los golpes. Ganará quien tenga más fuerza y hará con su triunfo lo que le dé la gana.

Hace una semana expresé mi preocupación por la intoxicación bélica en el espacio opositor. La idea de poner una marca en la camisa de todos quienes hubieran sentido afinidad por el nuevo régimen me parece una aberración democrática y un error estratégico. Para el vocero más visible de esa opción, merecen tatuaje quienes colaboran con el gobierno y quienes no lo resisten activamente. Se asume de esta manera que solamente hay una ruta cívica en estos momentos. Si hay que tener registro de quienes han colaborado con el régimen lopezobradorista, ¿habrá que apuntar a todos sus votantes, a quienes trabajan en el gobierno federal, a quienes no integran el frente de la resistencia? Es un error estratégico porque no se percata que ese gobierno sigue siendo un gobierno popular y que no hay camino a la alternancia que no suponga convencer a quienes, por distintos motivos, han creído en esa opción. La cerrazón para entender los motivos de ese apoyo parece la peor manera de comenzar el cortejo de ese votante decisivo. Insisto: la política del escarmiento es un servicio a un régimen que sí sabe jugar a la polarización. Puesta la controversia en esos términos, seguirá ganando.

A Gil Gamés no solamente le pareció decepcionante mi artículo, sino ridículo. Afectuoso, se mostró preocupado por mi salud mental. Le resulta absurda la posibilidad de que la oposición termine arremedando la retórica presidencial y cree que, desde ese sitio, no puede haber persecuciones. Tal vez don Gil ha estado encerrado en su amplísimo estudio y no se ha percatado de que esa calca ha marcado la política de los últimos lustros en Estados Unidos y en Europa. Habrá sido poco original, pero me temo que mi apunte no es infundado si vemos lo que ha pasado en otros lugares y escuchamos lo que pasa aquí con cierto antilopezobradorismo. Le preguntaría al cronista que defiende con vehemencia las disyuntivas elementales, ¿qué país construimos cuando la oposición quiere, como el gobierno, hacer inventario de quienes no son, a su juicio, patriotas?

Sin duda, la memoria es un recurso democrático indispensable. Solo en ella, como dice Pablo Majluf, puede asentarse la responsabilidad. Pero la memoria, antes de repartir castigos, debe esforzarse en comprender y en discernir. ¿Debemos ensañarnos con quienes creyeron en una de las alternativas en 2018, con quienes, en vista de las alternativas, pensaron que valía la pena apostar por lo que entonces parecía una opción de izquierda? ¿No debemos tratar de comprender las razones de quienes votaron por López Obrador y de quienes lo siguen apoyando, antes de condenarlos como facilitadores de una tiranía?

A juicio de José Antonio Aguilar no es injusto llamar “colaboracionista” a quien coopera con un gobierno que busca subvertir los principios democráticos. Pero lo que tenemos frente a nosotros es un gobierno que, a pesar de su hostilidad a todo brote de pensamiento independiente, actúa en un contexto democrático y al cual se podría derrotar por la vía electoral en unos años. En los últimos días ha tenido reveses en el plano institucional que son indicación de que los contrapesos, aún debilitados, resisten. ¿Acaso la oposición es la única alternativa democrática? La legitimidad no es patrimonio exclusivo. Los paralelos que trazan algunos con el totalitarismo para colorear con dramatismo su discurso son, sencillamente, risibles. La crítica más estridente no suele ser la más certera. No suele ser, tampoco, la mejor pista para la acción.

Desde otro lado, César Morales Oyarvide discrepó también de mi artículo. A su juicio, el problema del antipopulismo no es infeccioso sino crónico. Su problema es que no reconoce el borbotón del que surge el populismo. Coincido en parte: en muchos críticos del nuevo régimen hay nostalgia del mundo que perdieron en noviembre del 2018. No creo que, ni remotamente, el régimen que padecemos esté refrescando la democracia como sugiere él, pero, en efecto: si no se entienden los reclamos que lo apuntalan, será imposible confrontarlo.

 http://www.reforma.com/blogs/silvaherzog/

Fuente: https://www.reforma.com/mas-alla-de-la-guerra-2021-11-08/op215528?pc=102

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