Arte & entretenimiento

Por qué los escritores no se toman selfies

Quienes un día fuimos cazadores de autógrafos vemos con cierta envidia retrospectiva a quienes cazan selfies en la FIL. Puesto que siempre resultará más entretenido asomarse a un vistoso álbum de fotos, así sea digital, que a una monocromática libreta de autógrafos. Por otra parte, la selfie es más veloz y de paso más cómoda. No hay que pedir bolígrafos ni cargar con un libro, papel o libreta, basta con abrazarse, sonreír y esperar al click.

Hay que ser un canalla, se supone, para negarse a conceder una selfie. No importa si te espera una presentación que debió comenzar hace quince minutos, qué te cuesta posar por dos segundos y seguir tu camino.

Te recomendamos:

Mi amigo el navegante

Algunos, eso sí, quieren más que la selfie. Ayer mismo se me acercó un señor muy amable, posamos juntos ante una amiga suya y lo vi enarbolar una tarjeta, de cuyo contenido no me preocupé hasta que, con la foto lista, me la puso en la mano y me recomendó que visitara el sitio web ahí mismo promovido, “el más leído de Latinoamérica”. Entre pasmo y espanto, advertí que la página en cuestión pertenecía a los testigos de Jehová. ¿Sería que en un rato iría a dar mi foto hasta aquel espacio, promoviendo sonriente el puritanismo más atroz?

Un amigo escritor vio venir con agrado a una chica muy guapa que traía bajo el brazo cierta prometedora botella de vodka. “Es para usted”, le dijo, y le pidió una selfie a cambio de ese gesto tan gentil. Consumada la foto, dio dos pasos atrás y le tomó otra al lado del regalo. Unos días más tarde, mi amigo vio la imagen impresa en el periódico, promoviendo aquel vodka que debió de beberse con la amarga impresión de haberse abaratado.

¿Y qué hacer si la selfie te la pide un político, con la amabilidad coyuntural que suele distinguirlos, de modo que después aparecerá en Twitter y habrá de caerte encima una legión de furibundos detractores que ya sólo por eso te juzgarán vendido a sus ideas y propósitos? Seguramente habrá quienes sepan negarse aún a tiempo, pero la mayoría caemos en la trampa como bobalicones que somos, pues seguimos creyendo que en esta vida un vaso de agua y una selfie a nadie se le niegan.

Hay quien cree que el invento fatal de los tiempos modernos consistió en añadirle cámara al teléfono. Es un arma temible, en realidad. Nadie está a salvo de que un desconocido nos registre perdiendo los estribos, convertidos en súbitos energúmenos y más tarde exhibidos como fieras salvajes ante un público ávido de escándalos. Me habría gustado dar la media vuelta y alcanzar al testigo de Jehová para exigirle que borrara la imagen, pero en vez de eso regresé a mi hotel y me metí en su sitio de internet, donde se dicen cosas como que “si uno no tiene edad para casarse, no debería salir con alguien del sexo opuesto”. He vuelto a entrar tres veces y para mi descanso no está ahí nuestra foto. Todavía.

Source

http://www.milenio.com/cultura/fil/los-desdichados-efectos-de-conceder-una-selfie

EL 2 DE JUNIO DEL 2024 VOTA PARA MANTENER

TU LIBERTAD, LA DEMOCRACIA Y EL RESPETO A LA CONSTITUCIÓN.

VOTA POR XÓCHITL